En clase se respira ambiente medieval, por lo que propongo a los alumnos que se inspiren e imaginen que son un personaje de la época, que explica en primera persona un momento emocionante de su vida.
Mi historia empezó cuando vivía en el castillo de Satis, donde yo era la criada de la princesa Margarita, pero al llevarnos bien me enseñó a escribir y a leer.
En esos tiempos cuando vivía en el castillo yo estaba enamorada del príncipe Mocanís II, pero él le pidió la mano a la dama Martina.
Llevo días detrás de él. Como cazarrecompensas que soy nunca me había costado tanto encontrar a mi próximo objetivo. Esta vez el trabajo me había sido encomendado por el noble señor de la familia Kolter, cuyos dominios llegaban hasta el final de esas cordilleras con puntas azucaradas de nieve muy blanca. En la última taberna que he intentado recopilar información sobre el ladrón al que persigo, conseguí enterarme de que sólo actúa de noche, según los rumores de los viejos veteranos que siempre están al acecho. Este ladrón tiene a todo el pueblo atemorizado,
Soy un caballero de la Edad Media y estoy persiguiendo a un ladrón famoso llamado Edu, es un ladrón muy famoso en esta época, junto con su grupo. Hoy estoy siguiendo unos rastros que me ayudarán a encontrarle, al menos eso creo.
Yo como otros caballeros sobrevivo gracias a las frutas que encuentro en el bosque y los animales que he cazado y Edu, como otros ladrones, sobrevive gracias a las cosas que roba.
Ya no vivo atemorizado, ahora vivo entre el dolor. Era un siervo sin derechos, que vivía entre el temor. Mi pueblo estaba en guerra y nosotros labrando, sabiendo cada noche que podía ser la última. Aterrados por la idea de que nos llevaran a luchar por falta de guerreros que ahora yacen muertos en los campos de maldad. Soy Ernesto, un caballero que difunde la bondad. Pero no olvido mis orígenes como siervo en Deltamar. Me obligaron a luchar junto a otros como yo, que sin tener motivo alguno, nos mandaban a matar.
Soy un trovador, escribo mis propios poemas tratando temas como el amor, la política, la religión o la historia de mi pueblo. Básicamente los recito para los cortesanos que valoran mucho mi trabajo, pero además con la ayuda de otros juglares mis poemas y canciones se irán extendiendo desde mi pueblo de Sevilla hasta los otros pueblos de la zona. Tengo que reconocer que gracias a mi oficio tengo suficiente dinero para mantener a mi mujer y a mi hija.
Un día inesperado se creó un grave conflicto entre los burgueses y los nobles, en la que yo me vi obligado a participar en favor de los nobles, que consiguieron la victoria. Desde este momento mi vida cambió radicalmente, me aumentó el sueldo y pude realizar muchas más celebraciones para los nobles y los cortesanos y mi hija, a escondidas, empezó a aprender a leer y a escribir.
Vivo a las afueras de un pueblo llamado San Román. Mi nombre es Morgana y tengo un hijo al que llaman Arnaldo. Estuve casada años con un caballero de la corte, pero al morir todo se vino abajo, no llegábamos a pagar todo. Los años iban pasando y mi hijo iba creciendo sin conocimiento de la ciencia y sin poder aprender a leer y escribir. Únicamente, Arnaldo iba aprendiendo algunas cosas gracias a los libros que encontró en la habitación de su querido padre. Pero al principio él no me dijo nada al respecto por miedo al fracaso.
Soy mujer y ahora mismo soy la principal candidata a la corona de España. Me llamo Charlot, es un nombre inglés porque mi madre, Christeen, nació allí. Soy hija de Carlos IV y no tengo más hermanos. Mi madre lleva un mes de embarazo y todos los seres queridos rezan para que el que nazca sea un varón y pueda heredar el trono.
Mi especialidad es el dominio del arco. Vivo cómodamente con mi mujer con la que me casé hace un año.
Todos los componentes de la familia Abejorro a la que pertenezco se murieron en una incursión que realizaron los Germanos hace décadas Por suerte quedé vivo y cuento con unos grandes amigos, Ayust y Bufi. Únicamente me tuvieron que amputar el dedo índice de la mano derecha, nada comparado con el final que tuvieron los otros.
Mi nombre es Blackwhite, soy arquero de la corte del centro de Europa y estoy casado con una de esas jovencitas a las que llaman brujas, ella se llama María.
La conozco desde que era pequeño, es guapa delgada, de estatura media, tiene los ojos marrones, el pelo rizado y negro. También es inteligente, culta y solidaria. No ha tenido una vida fácil, desde que la vieron preparando medicinas con hierbas para curar a niños enfermos o malheridos por la guerra. Ese mismo día que descubrieron esa habilidad, se la llevaron dos nobles caballeros del rey de Francia, estuvo ausente 3 meses aproximadamente. Yo en esos meses no podía parar de pensar qué le deberían estar haciendo a mi pobre mujer.
Sólo fue hasta que logré salir de aquel lugar, que me percaté de lo ocurrido. Pero mis ya débiles piernas, no me permitían levantarme, estaba agotado, triste y me dejé vencer por el cansancio acumulado.
En aquel preciso instante, como surgido de la nada, apareció ante mí un noble caballero, muy apuesto pero también muy cruel, parecía un tanto afeminado y pasaba por un Don Juan presumido, cuya sonrisa acechaba en el corazón de las bellas cortesanas de palacio.
Decía ser el Príncipe Carlos Vigesimoseptimo de Aranfún, pequeño reino situado a varias jornadas de aquí, pero eso no fue lo que me llamó la atención.
Tras la muerte de mi padre viudo, me quedé yo solo con mi mujer, mis dos hijos y con toda la herencia de mi padre el barón de Rovanior, ya que mi hermana se había casado con el duque de Teninsford en la orilla oeste del Gran Lago.
Desde ese momento, yo llevaría las riendas de mis feudos igual que hizo mi padre y el padre de mi padre.
Como corresponde a todo noble, ahora era yo quien debía rendir pleitesía al emperador Tyrion, jurándole fidelidad y soporte militar, a la vez que comprometiéndome a pagar los impuestos que me correspondían. Él, a cambio, tenía que defenderme del posible ataque de los señores de otros reinos.
Mi madre murió cuando yo nací y mi padre murió de pena. Yo quedé huérfana viviendo en la casa de los vecinos, aunque no me querían. Un día, una mujer alta y joven, que vestía largos y bonitos vestidos, entró por la puerta y le entrego a la familia un saquito de dinero. Mientras ojeaban lo que había dentro, la mujer se acercó a mí, me cogió y se me llevó.
Soy un humilde vasallo de mi señor y estoy en una mala situación, porque en tiempos de guerra mi gran puntería ha llamado demasiado la atención. En algunos torneos de caballeros han hecho alguna excepción y hasta me han dejado participar. En las competiciones de punteria con el arco, casi sin pretenderlo, he sido el vencedor, por delante de todos los nobles, esto me deja en una mala situación.
Soy William Wallace, noble y general del ejército escocés. Llegar hasta tan arriba no fue fácil, yo nací pobre, mi padre era vasallo del heredero al trono de Inglaterra. Yo, como buen hijo, trabajaba y labraba las tierras de mi señor. Era feliz como era, pero mi felicidad se desvaneció cuando Escocia entró en guerra; a mí, desgraciadamente, me reclutaron para el campo de batalla.
Soy Julio de Aragón, barón de la Corona, llegar aquí no ha sido fácil, todos creen que el cargo es siempre hereditario y que es imposible ascender a él de otra manera, pero no siempre sucede así.
Yo era siervo, trabajaba las tierras de mi señor y pagaba mis impuestos, como cualquier siervo corriente.Todo comenzó el día de mi boda; yo por aquel entonces no tendría más de 20 años. El noble propietario de mis tierras, al que yo servía con fidelidad, exigió disfrutar del derecho a estar la primera noche de nupcias con mi esposa; yo no pude soportarlo y me rebelé. El noble, al ver mi reacción, se enfadó enormemente y se apropió de mis bienes y de mi mujer, para luego desterrarme.
Mientras oigo caer las gotas de lluvia sobre las hojas, permanezco sentada junto a esas jóvenes sirvientas que sólo buscan complacer a la condesa, cosiendo e intentando no distraerme por ese relajante sonido.
Día tras día, me despierto y me dirijo a palacio para trabajar, en cuerpo y alma, cosiendo para la condesa Catarina. Sin embargo, hoy, no ha sucedido lo mismo. Esta mañana, mientras me hallaba en la cocina, pude oír el relinchar de los caballos de una carroza. Se trataba del hermano de la condesa, Juan, el conde de Aragón.
Ya atardece cuando decido ir un instante al jardín. Es entonces cuando lo veo, es él, Juan, que está paseando cerca de los rosales. Paso por su lado sin atreverme a saludarle, pero noto como nuestras miradas se cruzan y estoy segura de que él también lo ha notado.
Mi nombre es Sarai. Soy princesa, sé escribir y leer. Siempre he visto como los plebeyos trabajan para mí y mi familia. Mi padre, el Rey Peter II, es cruel con ellos y con todo el mundo, hasta conmigo.
Estoy en mi cuarto con dos guardias en la puerta, a falta de dos horas de mi boda, una boda cruel y pactada con un noble que sólo piensa en dinero y en mujeres. Tiene diez años más que yo. Sé que sólo se quiere casar conmigo para matar a mí padre y hacerse con el trono.
Están llamando a la puerta. Es él, lo sé. Los guardias tienen ordenes de no dejarlo pasar, pero el entrará y entonces me maltratará y me acosará. En otras circunstancias, que un noble tratara así a un representante de la realeza supondría la pena de muerte, pero al ser yo mujer y él “amigo” de mi padre nadie me creería.
Hay mucha gente a mi alrededor, tengo miedo. Mi nombre es Marla y hoy es mi primer día de bufón. El rey espera mucho de mi, que sea graciosa y divertida para no aburrirle, como lo era mi madre. Cada día de mis catorce años he pensado en ella, ella era mi compañera de diversiones; desde que era pequeña ella era mi ídolo, hasta que un día se fue del castillo y no volvió jamás y me tocó a mí reprender su oficio de bufón.
Estoy en la sala principal. Es grande y majestuosa, pero sin detalles ni decoraciones. Me intimida la estancia y todos los presentes que me miran con expectación y recelo al ver que la bufón no es Selene, mi madre e instructora. Tengo miedo, miro al rey y me sonríe. Interpreto que quiere decir: -ánimo, valiente-, pero yo no sé por dónde empezar. Parece ser que el diálogo y las tonterías que me he estado preparando toda la noche se han esfumado. Busco y rebusco en mi mente pero nada.
Soy un caballero andante y, antes de que me juzguéis con ligereza, voy a contaros mi historia desde el principio.
A los cuatro años vi como un soldado de la corte francesa, ataviado con su peculiar vestido de plumas, mataba a toda mi familia.
La posada estaba llena, yo iba de un lado al otro sirviendo e intentando esquivar a los hombres, ya muy ebrios en aquellas horas de la noche. Breida, la dueña de la posada, me llamó y yo, obediente, fui a ver qué quería. Le debía todo a aquella mujer que, a pesar de su fuerte carácter, me había acogido cuando falleció mi madre. Desde pequeña, mi hermano me había hecho de tutor y es por eso que hoy sé leer y escribir, cosa muy extraña en una mujer. Bron era el mejor hermano que habría podido tener. A parte de enseñarme a leer y escribir me enseñó también a distinguir las diferentes hierbas medicinales y a luchar para poder defenderme. Mi madre era una mujer débil y sobrevivíamos gracias a los trabajos de Bron. Pero eso no era suficiente así que decidió ir a la ciudad a buscar un buen empleo para poder mantenernos a mi madre y a mí.
-Volveré- dijo antes de partir. Y no volvió.