
Todos los componentes de la familia Abejorro a la que pertenezco se murieron en una incursión que realizaron los Germanos hace décadas Por suerte quedé vivo y cuento con unos grandes amigos, Ayust y Bufi. Únicamente me tuvieron que amputar el dedo índice de la mano derecha, nada comparado con el final que tuvieron los otros.
Conocí a Josefa en una fiesta en la que celebrábamos una victoria. Ella aceptó sin dudarlo mi propuesta de compromiso y nos casamos muy enamorados. Pero las alegrías duraron poco y se murió un 20 de diciembre de una enfermedad muy grave. Me quedé destrozado, pero de nuevo gracias a mis grandes amigos lo superé. El rey, al que le llegaron noticias de mis múltiples desgracias, me invitó a vivir en el castillo y allí me establecí, acompañándole a cambio en sus campañas de reconquista.
En una ocasión, estaba en una batalla contra los turcos e íbamos perdiendo. Yo era el arquero de flechas ardientes, en mi vida había luchado cuerpo a cuerpo. Pero en aquel momento necesitaban que me aproximara más al núcleo de la batalla. Por eso el Rey me dijo que cogiera el caballo. Puntería tenía mucha y siempre acertaba en el medio de la diana, pero luchar tan de cerca no era lo mío. Finalmente me armé de valor y me lancé cabalgando y disparando a bocajarro, por lo que acerté de pleno a los principales mandos.
Ganamos gracias a mí y la fama que acuñé me permitió volverme a casar con todos los honores con una preciosa chica del pueblo, rehaciendo mi vida.
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