PROPUESTA DE EXPRESIÓN ESCRITA PARA EL MEDIEVO

En clase se respira ambiente medieval, por lo que propongo a los alumnos que se inspiren e imaginen que son un personaje de la época, que explica en primera persona un momento emocionante de su vida.

10 febrero 2010

TRAICIÓN REAL de Andreu Llull


Tras la muerte de mi padre viudo, me  quedé yo solo con mi mujer, mis dos hijos y con toda la herencia de mi padre el barón de Rovanior, ya que mi hermana se había casado con el duque de Teninsford en la orilla oeste del Gran Lago.
Desde ese  momento, yo llevaría las riendas de mis feudos  igual que hizo mi padre y el padre de mi padre.
Como corresponde a todo noble, ahora era yo quien debía rendir pleitesía al emperador Tyrion, jurándole fidelidad y soporte militar, a la vez que comprometiéndome a pagar los impuestos que me correspondían. Él, a cambio, tenía que defenderme del posible ataque de los señores de otros reinos.
Una vez acabada la ceremonia de vasallaje, el emperador me pidió mi primer cometido: ayudarle en su lucha,  ya que nuestro imperio estaba en guerra contra los duranianos en el este. Reuní a mi pequeño ejército y me dirigí hacia Sanda, un pueblo en medio de las montañas.
Mi padre era uno de los mejores nobles en estrategia militar y me enseñó todo cuanto sabía, así que -a pesar de mi juventud- tenía una gran habilidad y destreza en las batallas. Tras dos años sirviendo al emperador en el campo de batalla, con las consecuentes victorias, éste me empezó a coger más y más confianza, hasta que me nombró General Mayor de las tropas del Imperio en el sur.
Después de siete años más de campaña militar y diversas victorias en Neliam, Nurgon, Kosh i Ival, el rey y yo nos habíamos convertido casi en hermanos y me ofreció ir a vivir con él en el palacio real de Aren, junto con los príncipes y toda la corte real.
Yo lo que más anhelaba en este mundo era, acabada la guerra, regresar a mi hogar con mi mujer y mis hijos, pero no podía decepcionarlo.
Tras completar la tarea que el emperador me había encomendado de pacificar las tierras del sur, al final de un invierno gélido, todos mis hombres y yo emprendimos el camino de retorno hasta Aren, la capital. El emperador nos recibió con grandes honores de reconocimiento.
En plena fiesta, agasajado entre manjares, bailes de las más graciosas bailarinas que jamás había visto y los más sorprendentes trucos de titiriteros, me sorprendió ver como el rey se retiraba a sus aposentos y al igual que su hermano, el príncipe Borodian. Como sabía del odio que existía entre los dos hermanos, me resultó sospechoso.
A medianoche, un oficial me notificó que el rey me quería ver. Al llegar a los aposentos reales me encontré que el rey yacía en la cama, junto a su hermana la princesa Leila, llorando desconsoladamente, y el príncipe Borodian, que con aspecto grave se dirigió a mí diciéndome:
-Estimado barón de Rovanoir, el rey nos ha dejado. Su salud no era de hierro pero no esperábamos este trágico desenlace.
Yo me arrodillé junto al lecho del viejo emperador al que tanto respetaba y al que tanto amaba, lloré unos instantes y me retiré.
Antes de marcharme el príncipe Borodian, ya nuevo rey del imperio, quiso reafirmar mi relación de vasallaje hacia su persona.
Yo, lleno de tristeza y de ira porque pensaba que la muerte del emperador no había ocurrido por causas naturales, le miré fijamente sin decir palabra y me retiré junto con mis hombres. Esa misma noche partí sigilosamente hacia Rovanior para reunirme con mi familia.
Sabía que el nuevo emperador no iba a dejarnos en paz, pues sentía envidia de mi fama entre las tropas e intuía que yo tenía dudas sobre la muerte de su hermano.
Tras dos días de viaje sin descanso llegué finalmente a mi castillo, donde encontré que mi mujer y mis hijos habían sido muertos por las tropas imperiales. Con mis hombres exhaustos del duro viaje, perseguimos a las tropas del emperador impostor Borodian y las aniquilamos, pero enseguida comprendí que para vengar la muerte de mi mujer, mis hijos y la de Tyrion, tenía que retirarme y organizar con precisión un gran ejército capaz de vencer a Borodian en la capital, ya que estaba protegido por un numeroso ejército.
De esta manera di libertad a mis hombres para reunirse con sus familias y huí hasta Teninsford al abrigo de mi hermana y su marido el duque. Allí esperaba reponerme y reorganizar un ejército de hombres bien armados para poder vengarme.
En estos momentos, en casa de mi hermana debo dejar de escribir este libro, donde narro estos hechos tan tristes, para poder prepararme para la ofensiva final.

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