PROPUESTA DE EXPRESIÓN ESCRITA PARA EL MEDIEVO

En clase se respira ambiente medieval, por lo que propongo a los alumnos que se inspiren e imaginen que son un personaje de la época, que explica en primera persona un momento emocionante de su vida.

12 febrero 2010

SIERVO DE PALACIO de Edu Ríos

Sólo fue hasta que logré salir de aquel lugar, que me percaté de lo ocurrido. Pero mis ya débiles piernas, no me permitían levantarme, estaba agotado, triste y  me dejé vencer por el cansancio acumulado.
En aquel preciso instante, como surgido de la nada, apareció ante mí un noble caballero, muy apuesto pero también muy cruel, parecía un tanto afeminado y pasaba por un Don Juan presumido, cuya sonrisa acechaba en el corazón de las bellas cortesanas de palacio.
Decía ser el Príncipe Carlos Vigesimoseptimo de Aranfún, pequeño reino situado a varias jornadas de aquí, pero eso no fue lo que me llamó la atención.
Vestía extraordinariamente y su peinado, brillante y lucido, atraía a todo aquel que, según su merced, era digno de verle.
No quiso dirigirme más que una mirada de soslayo y, en tono despreciativo  y humillante,  me replicó que me apresurara a abrillantarle sus botas.
 –Apiádese de este humilde servidor de Dios -supliqué con voz dolida.
–Cállate -fue su respuesta.
Así, tratándome como a una vil alimaña, como un perro callejero, giro su majestuosa capa y diome la espalda. Nunca comprenderé cómo un hombre de avanzada edad como yo,  pudiera ser víctima de tan mal trato.
Todo ante su paso se marchitaba, los niños lloraban y los enfermos sufrían.
Abrió una puerta de un golpe, entró anunciando su nombre y todo criado, a excepción de mí, se arrodillo ante él.
Su majestad lo recibió con los brazos abiertos y, tras él, una tímida muchacha.
Ella parecía ser la hija del rey, pero nunca ninguno de nosotros, los criados, lográbamos verla. Era bellísima: cabello dorado, alta y esbelta. Sus mantos recubrían unas curvas perfectas, curvas que también apreció aquel hombre que minutos antes me había despreciado. Como supuse que actuaba de costumbre, extendió su amplia sonrisa y agachándose ante la dama, susurrole  un comentario atrevido que no pude escuchar, pero que la hizo sonrojar.

Al parecer el rey ordenó cerrar aquellas puertas, pues todos los criados nos apelotonábamos para ver aquella escena. Pronto, un fuerte gritó nos hizo temblar a todos. El primer latigazo. Los capataces nos estaban disuadiendo a golpes de látigo y nos hacían volver al trabajo. Con gritos estremecedores a mis orejas, logré llegar hasta mi zona de trabajo, el molino. Acababa de recibir una paliza por no respetar mi turno de trabajo e ir a beber agua al pozo dos minutos antes de lo acordado.
Nunca he tenido mujer, nunca me he enamorado, ni tan siquiera me ha llamado la atención alguna campesina. Pero esa noche, esa noche fue diferente, tuve en mente a aquella muchacha en todo momento y pensé que no podría morir en paz sin recibir un beso de alguna mujer en mi vida, cosa poco probable.
A la mañana siguiente pude ver como partían de caza ella y el rey y una corte de caballeros y criados. Pero hubo un incidente, ya que el caballo de mi señora tropezó lanzándola fuertemente contra el suelo. Por un momento nadie reaccionó. Yo me lancé a correr y llegué hasta su posición. Aún nadie había reaccionado, pues la belleza de aquella mujer era extrema.
La acomodé a mis brazos y pude ayudar a curar su grave herida gracias a unas antiguas enseñanzas recibidas en mi juventud.  Y le salvé la vida.
Tras ver aquello, el Príncipe Carlos bajó de su caballo, me empujó fuertemente y ordenó a sus soldados que me apresaran. Una nueva paliza recayó sobre mis huesos, notaba que mi cuerpo estaba a punto de estallar. Pero yo no, no podía morir sin cumplir mi anterior mención.
Aquella noche, pude escuchar como un afilado cuchillo sesgaba la pared de mi tienda y apareció una silueta perfecta. ¡Era ella!
No tuve palabras ante aquello y solo supe tartamudear.
Con un suave gesto de dedos, tapo mi boca y comenzó a hablar. Me pidió perdón por el trato que mostraron los soldados después que yo le salvara la vida. Y agradeciéndome de mil maneras distintas mi valentía me beso en los labios. Fue un beso imposible de describir.
Pero ahora sabía que ya podía morir, que ya había dado todo en este mundo y que a veces cuanto menos esperas algo, es más fácil de conseguir.
La princesa abandonó mi tienda y empecé a escuchar unas trompetas, repiques de campanas y una vela ante mis ojos me pidió que la siguiera.
Tras adentrarnos en el bosque, comprendí que aquello era el final y que estaba muriendo en paz. Eché la cabeza hacia atrás, para mirar por última vez lo que fue mi casa durante más de treinta años y con una tímida sonrisa giré de nuevo la cara dejándome llevar por la luz. Todo tras esto sería perfecto.

1 comentario:

Ms. Frutos dijo...

Qué interesante! y qué bien escrito Edu. Bueno la verdad es que he leído algunas otras entradas y todas son fantásticas. No sé la nota que os habrá dado vuestra profesora, pero dejadle saber que tiene una clase excepcional.
Con vuestro permiso voy a utilizar algunas de vuestras historias para inspirar a mis estudiantes.